Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras. (Hebreos 10:24)
Cuando se levantan en la mañana y ven el día que tienen por delante, ¿qué se dicen a sí mismos acerca de lo que esperan en ese día? Cuando consideran desde el principio del día hasta el final del día, ¿qué es lo que desean que suceda porque ustedes han vivido ese día?
Si su respuesta es: «Ni siquiera lo pienso, solo me levanto y hago lo que tengo que hacer», entonces se están privando de un medio de gracia esencial y de una fuente de guía y fuerza y fructificación y gozo. En la Biblia está claramente expresado, inclusive en este texto, que Dios quiere que tengamos en la mira, a conciencia, algo significativo para nuestros días.
La voluntad revelada de Dios para ustedes, desde el momento en que se levantan en la mañana, es que no caminen por el día a la deriva, dejando que solo las meras circunstancias dicten lo que tienen que hacer, sino que apunten hacia algo que pongan la mirada en cierto tipo de propósito. Aquí me refiero a niños, y a adolescentes, y a adultos sean solteros, casados, viudos, madres, y en todo tipo de oficio.
Una vida sin rumbo es como una vida sin vida. Las hojas secas en el jardín de mi casa podrían moverse de un lugar a otro más que ninguna otra cosa más que el perro y más que los niños. Si el viento sopla para un lado, las hojas van para ese lado. Si el viento sopla para el otro lado, las hojas van para el otro lado. Dan vueltas, se levantan, caen, se amontonan contra un cerco, pero no tienen dirección de ningún tipo. Están llenas de movimiento, pero carentes de vida.
Dios no creó a los seres humanos a su imagen para que anduvieran sin rumbo, como hojas secas que vuelan por el patio de la vida. Él nos creó para que tengamos un propósito, algo en qué enfocarnos, un objetivo en todos nuestros días. ¿Cuál es el de ustedes hoy?
Devocional tomado del sermón “Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor»